martes, 3 de julio de 2012

Lo inesperado es lo que cambia nuestras vidas.


Eran días horribles, con todas las cosas horribles que forman los días horribles.
La noche más corta del año y sin embargo la más intensa que recuerde.
Mientras el mundo se iba de pedo yo me resguardaba bajo su ombligo. Me olvidé de todo lo malo por un instante, me abandoné con ese beso diferente, pícaro y misterioso. Parecías mentira entre tanto desastre. Como un amor sin banda sonora.
Detrás de aquella noche vinieron más días de jugar a todo lo que estuviese prohibido, a hacer todo lo imposible para que fuésemos posibles. Qué rápido pasa el tiempo cuando lo último que quieres es que el reloj marque un minuto más.
Besos sellando palabras a medio decir, abrazos después de risas descontroladas, historias narrando vivencias, sonrisas a flor de piel y mi risa tonta que se rebaja a tus ojos verdes y a tu peca encima de la boca.
El verano ha empezado fuerte, lleno de imprevistos y recompensas. Pero no empecé a creérmelo hasta que escuché tu voz diciéndome quédate aquí. Ahora puede que al fin consiga algo de paz en la calle y guerra en la cama.
Llevo mucho tiempo luchando por esto, aguantando mis incontenibles ganas de decirte una y mil veces que me ganaste el primer día que me sonreíste.
Ahora siento que eres el más grande, todo un terremoto. Y prefiero que nos falte espacio a que me sobre cama.
Después de tantos besos fríos de bocas de mentira y abrazos cálidos de gente de verdad el camino ha cogido rumbo fijo y no pienso parar.
Entre descosidos vamos a vivir y a disfrutar, porque me lo merezco, porque te lo mereces, porque somos jóvenes y tenemos tiempo.

Puede que no sea el chico más perfecto del mundo, pero es el que más sonrisas me ha sacado y el único capaz de hacer que se me ponga el bello de punta.

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